Francisco, Repara mi Iglesia
Fr. Ed Benioff - Added on Friday, July 04, 2014

¡Francamente, arréglala!

 

Dios tiene un extraordinario sentido del humor.

 

De ello se da cuenta, un joven llamado Francisco Bernardone en un día de otoño de 1205. Luego de experimentar una profunda conversión, Francisco, un buscador sincero, quería escuchar de Dios sobre lo que le pedía hacer.

 

Es así como Francisco se sumergió a rezar en una pequeña iglesia en ruinas, llamada la Iglesia de San Damián. Esta iglesia que se encontraba en Asís, su ciudad natal, tenía filtraciones en el techo y las paredes se desmoronaban.

 

En el interior de esta iglesia, prevalecía la presencia de una imagen pintada de Jesús en la cruz. Francisco miraba a Jesús y le pedía que le concediese luces.

 

El quería una palabra de Dios, y la obtuvo.  Desde la cruz,  Jesús le dijo: "Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala". 

 

Jesús lo dijo, no sólo una vez ni dos, sino hasta tres veces. Así que no había posibilidad de error en la escucha del mensaje.

 

Al menos eso es lo que le parecía claro a Francisco.

 

Entonces él se fue y consiguió materiales de construcción. Juntó algunas piedras con sus propias manos, y vendió sus posesiones para poder pagar cemento y madera.

 

Francisco renuncia a su trabajo diario, exasperando a su padre, pero lo hace para poder dedicarse por completo a la tarea que Dios le había encomendado.  Y cuando completó su trabajo en San Damián, fijó su atención en iglesias aledañas que necesitaban ser reparadas.

 

Es así como Dios lo comienza a guiar para entender lo que realmente quería decirle en las palabras “¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala". 

 

Dios no se refería solamente a la iglesia local con el techo lleno de filtraciones. Él se refería a la Iglesia católica toda, una tarea de un orden bastante diferente. Jesús repitió la indicación una y otra vez, pero Francisco no comprendió.

 

La Iglesia en 1205 era un desastre. Estaba avergonzada por los escándalos y desgarrada por la discordia. Muchos sacerdotes rompían descarada y rutinariamente con sus votos e ignoraban la disciplina de la Iglesia. Por su parte, muchos obispos vivían como señores feudales, enriqueciéndose con las posesiones de la Iglesia; mientras el pobre sufría sin esperanza. Mucha gente, ignorante del Evangelio, caía en herejías y supersticiones extrañas y ocultas.

 

Y eso no era un fenómeno local, estaba totalmente difundido. Es por ello que Dios quiso que Francisco hiciera algo al respecto.

 

Ahora, Francisco no era exactamente una persona desconocida y de cualquier lugar. Su padre era un comerciante rico en la ciudad de Asís. Pero ello no lo dio a Francisco ningún tipo de plataforma para reformar la Iglesia en su amplitud.  Algunas pocas millas fuera de Asís, el apellido de la familia de Francisco significaba nada.

 

La situación de Francisco sería trágica si no fuera tan cómica. Francisco oyó el mensaje de Dios como algo manejable y factible. Pero Dios lo llamó a algo que parecía imposible, al menos para un joven de las montañas como Francisco.

 

La verdad es que Francisco de Asís  reparó la Iglesia toda.  El empezó el movimiento Franciscano, que ha ayudado a tanta gente que sufre a volver a Jesús nuevamente. Mediante su ejemplo, su predicación y poesía, él inspiró a los cristianos a recuperar los valores evangélicos de la pobreza, pureza y oración. Dando el ejemplo de verdadera devoción, él mostró la farsa que existía en las falsas devociones y supersticiones.

                                                                                                                     

Nosotros vivimos tantos años después de San Francisco de Asís, y aún como Francisco nos encontramos en una Iglesia que necesita reforzar sus paredes, que su gente necesita curación, cuyo techo necesita reparaciones.

 

Con razón, nuestro presente Papa ha escogido el nombre de un hombre que reparó la Iglesia de San Damián. Pero la tarea de reparación no es suya solo, es también tuya y mía; es el llamado que Jesús nos hace a cada uno. Como Francisco de Asís, tenemos que actuar localmente, pero en nuestra oración, en unión con los Católicos de todos lados, en unión con el Papa.

 

Esta es la tarea de la Nueva Evangelización. ¿Imposible? Para Dios, nada es imposible (Lucas 1, 37).

 

 

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