Todos los católicos estamos llamados a practicar la misericordia. Jesús dijo: "Benditos sean los que son misericordiosos". Si somos misericordiosos, mostramos amor a aquellos que están sufriendo, no sólo a aquellos que son cercanos a nosotros, sino también  a toda persona.A través de nuestras obras de misericordia corporales y espirituales podemos lograr que Dios se haga presente en el mundo; y enviamos su mensaje tanto a creyentes como a no creyentes.

¡Dios es Amor!  No existe mayor razón de mostrar el amor a otra persona que ésta.  Si tenemos una relación con Dios, sabemos de su amor por nosotros y por cada uno en el mundo.Por eso es también natural que nosotros sintamos amor los unos por los otros, y que nos esforcemos lo más que podamos por ello en nuestra vida diaria.  Amaremos a otros a través de nuestro amor a Cristo y compartiremos su misericordia.  Nuestros actos de misericordia son simplemente una expresión del amor que ya hemos recibido.

Las obras de misericordia corporales  están centradas en mejorar la vida los demás, especialmente la de aquellos que tienen muy poco o nada.  Incluso si estamos pasando por momentos difíciles, podemos mostrar el amor y la misericordia de Dios a través de actos de ayuda y sacrificio.  Estas obras son dar de comer al hambriento, dar techo al desamparado, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al que está en la cárcel, enterrar a los muertos, y dar limosna al pobre.

Las obras de misericordia espirituales incluyen ayudar a nuestro prójimo con sus necesidades emocionales y espirituales a través de enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del otro y rogar a Dios por los vivos y difuntos.  Cuando realizamos los actos de misericordia espirituales estamos realmente viviendo como Jesús lo hubiese hecho, y lo estamos ayudando a que su Palabra se haga presente en el mundo.Cuando respondemos a la necesidad espiritual de una persona también estamos colmando su necesidad física, y además alimentamos el amor espiritual hacia Dios en cada uno de nosotros.

Cuando realizamos estos actos de misericordia, damos testimonio que hemos recibido el amor y la misericordia de Dios en nuestras vidas, y queremos compartir ese don con los demás. Las obras de misericordia nos ayudan a vivir el Evangelio, y llevar a Cristo a donde vamos.